GRUPO PUCP

En memoria de Miguel Angel Hadzich

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Miguel fue un peruano excepcional, orgullos cuzqueño. Vivió sus primeros años en Huyro, Quillabamba, en zona de ceja de selva. Su padre fue Alija. Emprendedor yugoslavo, croata y luego bosnio herzegovinio que emigró al Perú luego de la Segunda Guerra Mundial. Su madre fue Clemencia. Gentil y cariñosa, de familia propietaria de haciendas de té y café. Entre ambos se preocuparon de darle una buena formación familiar y escolar que Miguel alternó con la vida cercana a la rica naturaleza existente en Huyro. Destacado alumno de La Salle en el Cusco, Miguel se vino a Lima al terminar sus estudios de secundaria.

Estudió por su cuenta, sin academias e ingresó a Ingeniería Mecánica en la PUCP a la primera, y en una época en el que el ingreso a la universidad era un logro al que pocos llegaban y que, en la mayoría de los casos, requería de una preparación previa en una academia pre universitaria. Cursó sus estudios y los terminó en un tiempo en el que sólo terminaba la carrera uno de cada cinco ingresantes y, además de ello, se tituló con una tesis sobre bombas de ariete. Su tesis fue el detonante para volver al campo, para aplicar la ingeniería y hacer uso de las energías renovables en favor de los agricultores.Así a fines de los 80, fundó el Grupo de Apoyo al Sector Rural de la PUCP, institución desde la que se han desarrollado innumerables actividades, desde estudios, prototipos, transferencia tecnológica y encuentros internacionales relacionadas con las energías renovables.

Desde ese puesto, ha contribuido de manera destacada a cumplir con los grandes fines de la PUCP. Decenas de voluntarios que han colaborado con el Grupo de Apoyo pueden dar fe de la influencia benefactora que tuvo Miguel en sus vidas. Hombre inteligente, agudo, bromista impenitente, tenía un don especial para ganarse las simpatías de las personas. Seguramente porque hablaba con franqueza, sin tapujos, pero sin maldad. Su energía y su simpatía ganaron el amor de Carla, su esposa, educadora y quien de alguna mágica manera apaciguó lo más salvaje de su espíritu y si por sus obras se conoce a las personas, basta ver los resultados en sus hijos, Luis Miguel y Pietro.

Este año, Miguel debía culminar su doctorado en ingeniería. Su tesis era producto de años de desarrollo de prototipos en favor de las personas. Estaba además embarcado en un proyecto con la PUCP para convertir al distrito de Huyro, Huayopata en un ejemplo de desarrollo sustentable. Repentinamente, una enfermedad y una inesperada e insidiosa infección se lo han llevado. Su partida nos deja desconsolados a sus hermanos naturales, Anita, Carlos y Hassan, a sus hermanos de vida y aventuras, a los compañeros del Grupo de Apoyo, así como a parientes y amigos.

En su honor, enjuguemos las lágrimas, apretemos los dientes y a los que nos toca, continuemos los proyectos que él inició. Y recordemos, y apliquemos la frase que su padre le dejó en herencia y que Miguel repetía: -Hijo, sea lo que sea, hagas lo que hagas, por encima de todo, haz el bien. Gloria a ti Miguel y espero que estés llevando tu alegría al cielo, que te reencuentres con tus padres y desde allá consigas ayuda cuando lo necesitemos, consiguiendo cosas casi imposibles como lo hacías aquí en la tierra.Miguel fue un peruano excepcional, orgullos cuzqueño. Vivió sus primeros años en Huyro, Quillabamba, en zona de ceja de selva. Su padre fue Alija. Emprendedor yugoslavo, croata y luego bosnio herzegovinio que emigró al Perú luego de la Segunda Guerra Mundial. Su madre fue Clemencia. Gentil y cariñosa, de familia propietaria de haciendas de té y café.

Entre ambos se preocuparon de darle una buena formación familiar y escolar que Miguel alternó con la vida cercana a la rica naturaleza existente en Huyro.
Destacado alumno de La Salle en el Cusco, Miguel se vino a Lima al terminar sus estudios de secundaria. Estudió por su cuenta, sin academias e ingresó a Ingeniería Mecánica en la PUCP a la primera, y en una época en el que el ingreso a la universidad era un logro al que pocos llegaban y que, en la mayoría de los casos, requería de una preparación previa en una academia pre universitaria.

Cursó sus estudios y los terminó en un tiempo en el que sólo terminaba la carrera uno de cada cinco ingresantes y, además de ello, se tituló con una tesis sobre bombas de ariete. Su tesis fue el detonante para volver al campo, para aplicar la ingeniería y hacer uso de las energías renovables en favor de los agricultores.

Así a fines de los 80, fundó el Grupo de Apoyo al Sector Rural de la PUCP, institución desde la que se han desarrollado innumerables actividades, desde estudios, prototipos, transferencia tecnológica y encuentros internacionales relacionadas con las energías renovables.
Desde ese puesto, ha contribuido de manera destacada a cumplir con los grandes fines de la PUCP. Decenas de voluntarios que han colaborado con el Grupo de Apoyo pueden dar fe de la influencia benefactora que tuvo Miguel en sus vidas.

Hombre inteligente, agudo, bromista impenitente, tenía un don especial para ganarse las simpatías de las personas. Seguramente porque hablaba con franqueza, sin tapujos, pero sin maldad. Su energía y su simpatía ganaron el amor de Carla, su esposa, educadora y quien de alguna mágica manera apaciguó lo más salvaje de su espíritu y si por sus obras se conoce a las personas, basta ver los resultados en sus hijos, Luis Miguel y Pietro.

Este año, Miguel debía culminar su doctorado en ingeniería. Su tesis era producto de años de desarrollo de prototipos en favor de las personas. Estaba además embarcado en un proyecto con la PUCP para convertir al distrito de Huyro, Huayopata en un ejemplo de desarrollo sustentable. Repentinamente, una enfermedad y una inesperada e insidiosa infección se lo han llevado.
Su partida nos deja desconsolados a sus hermanos naturales, Anita, Carlos y Hassan, a sus hermanos de vida y aventuras, a los compañeros del Grupo de Apoyo, así como a parientes y amigos.

En su honor, enjuguemos las lágrimas, apretemos los dientes y a los que nos toca, continuemos los proyectos que él inició. Y recordemos, y apliquemos la frase que su padre le dejó en herencia y que Miguel repetía: -Hijea lo que sea, hagas lo que hagas, por encima de todo, haz el bien.

Gloria a ti Miguel y espero que estés llevando tu alegría al cielo, que te reencuentres con tus padres y desde allá consigas ayuda cuando lo necesitemos, consiguiendo cosas casi imposibles como lo hacías aquí en la tierra.